Hay sueños planos y otros en tres dimensiones. Hay miradas planas y otras en 3D. Hay vidas planas y otras con múltiples perspectivas. Saúl Ruiz Blanco (43 años, Navarrete) ha conseguido tallar su vida como él quería...

 Saúl Ruiz Blanco. 43 años. Navarrete. Artesano, tallista, cantero y judoca.


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Hay sueños planos y otros en tres dimensiones. Hay miradas planas y otras en 3D. Hay vidas planas y otras con múltiples perspectivas. Saúl Ruiz Blanco (43 años, Navarrete) ha conseguido tallar su vida como él quería, disfrutando de su trabajo y dando rienda suelta a su creatividad e inquietudes: artesano, tallista, cantero y al mismo tiempo judoca.

Pero no siempre la vida de Saúl fue así, es más, ha tenido que sortear algún camino previo antes de llegar a su ocupación actual de artesano. “Estudié delineante proyectista y estuve trabajando de ello en varias fábricas del sector del automóvil, haciendo modelismo, y eran buenas empresas. Pero yo no estaba bien, siempre he tenido un lado creativo ahí…”.

Cuando peor empezaban a verse el panorama laboral y económico del país, allá por el 2008, rompió con lo que tenía. “Llevaba tiempo pensando en que el trabajo en la empresa grande no está valorado, no me sentía realizado y me despedí de mi puesto, en plena crisis. Estaba fijo, pero lo tenía claro”, admite hoy, diez años después.

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“Me decían que no iba a poder vivir de esto, pero soy un cabezón”, ríe, hoy, con su deseo cumplido.

Con una decisión así no faltaron las voces que le trataban de loco y más cuando conocieron su objetivo: dedicarse a la artesanía, en concreto a la talla de piedra. “Me decían que no iba a poder vivir de esto, pero soy un cabezón”, ríe, hoy, con su deseo cumplido.

Y es que Saúl Ruiz Blanco, que utiliza como firma artística SRB, ha logrado hacer de su hobby y habilidad para la creatividad y la talla su forma de vida. “Soy autodidacta, nadie me ha enseñado. La única referencia inicial que tuve fue un primo que tallaba la piedra para hacer sobre todo escudos heráldicos, pero a partir de ahí he ido evolucionando”, explica.

Precisamente esa evolución se ve en la gran variedad de registros artísticos que maneja, no hay más que pasar un rato por su taller, en Navarrete. Por un lado, en el patio, que decora una vieja parra, tiene en ciernes una pieza grande que será un doble escudo. En una mesa esperan la maza de campana y los cinceles para tallar.

Ya dentro de la nave, un surtido de piezas pequeñas con algún trisquel, eguzkilores (flor de cardo del Pirineo), árboles de la vida, etc., vislumbran su habilidad para hacer detalles y su conexión con el País Vasco. “Tengo bastantes clientes de allí, valoran este tipo de artesanía”, admite.

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A ello se le unen otros detalles delatores: un sillar a medio tallar que será una escultura de una serie para unos viñedos, donde se inscribirá la variedad de uva, el nombre de los propietarios, etc. “Una parte la dejaré natural, para que se vea el origen de la pieza, una piedra de sillería. Esta es una línea que me gusta aplicar: mezclar la talla con zonas que no manipulo para que muestren la historia previa”, asegura.

“A diferencia de lo que suele decir la gente, creo que mi clave para poder sobrevivir en esto es la polivalencia, el amplio abanico de cosas que hago»

“A diferencia de lo que suele decir la gente, creo que mi clave para poder sobrevivir en esto es la polivalencia, el amplio abanico de cosas que hago: restauración, escultura, talla en piedra, talla en madera, talla en cuernas de ciervo… Pero también doy clases, imparto talleres participativos y demostrativos, acudo a eventos y ferias”, enumera con gran facilidad para expresarse. Se le ve ducho en hablar en público, en mostrar su actividad y con dotes para la docencia… Aunque para entender esta última parte habríamos de esperar al final.

Y ahí deja otra pincelada de su versatilidad. “Como digo, la mayoría es por encargo, pero junto a otras dos artesanas, desde hace más de seis años, tengo una tienda de artesanía en Ezcaray, que se llama Art-4”. Así que su actividad pasa por los encargos, las piezas más comerciales, las series de esculturas, los trofeos, las piezas sobre cuerna de ciervo, por cierto, espectaculares, los lavabos de piedra, el uso de materiales naturales tan variados como mármoles, calizas, areniscas, etc.; la restauración en lugares como, por ejemplo, la Catedral de Calahorra; la participación en ferias, aunque cada vez más seleccionadas…

Sin embargo, por más que vemos las cuidadosas piezas, que nos las muestra y explica con entusiasmo, resulta casi increíble cómo alguien que era delineante proyectista es hoy un artesano tallista, escultor… “Por mi bagaje anterior y mis estudios, veo todo en tres dimensiones. Eso me ayuda a plasmar las ideas que me transmiten los clientes o a darle a mi toque con volumen a imágenes planas”, precisa.

“Comencé con métodos únicamente manuales, pero con el tiempo he ido aprendiendo e incluyendo algo de maquinaria»

¿Y todo ello con una maza y un cincel? “Comencé con métodos únicamente manuales, pero con el tiempo he ido aprendiendo e incluyendo algo de maquinaria para hacer algunas partes o para cortar, como radiales, un percutor…”, reconoce, aunque su esencia es la artesanía y precisamente eso es lo que más le define.

“Como ves, hago cosas muy muy variadas, me gusta mi trabajo, meto muchas horas, pero cada día es diferente, me permite dar cabida a mi creatividad…”, subraya con la sonrisa de oreja a oreja. También le da la libertad horaria de poder disponer de su tiempo en caso de necesidad o de tener que atender al pequeño Eloy, de 15 meses, organizándose con su mujer, Carolina.

Ellos son dos de sus fans, como lo son sus padres. “La verdad es que me apoyaron en ‘mi locura’ desde el primer momento; otra gente cercana me trató directamente de loco y de que de esto no iba a sobrevivir. Hoy soy muy feliz con lo que hago”. Pero aún le quedan ilusiones por cumplir, muchas piezas que crear, múltiples esculturas por modelar e incluso tender a la escultura en vivo.

Y con todo esto llega una pregunta de rigor, para conocer a una persona, pero que acaba siendo una de las grandes sorpresas. ¿Alguna afición aparte? “Bueno, el monte y la naturaleza me gustan. Y, luego, no sabía si contártelo… Soy judoca”. ¿Judoca hasta qué punto? “Cinturón negro; de hecho, doy clases de judo en Navarrete. Me han pedido de algún sitio más, pero no me da la vida, así que solo en mi pueblo”, suelta así, sin verlo venir.

Estamos de un aire, no sabemos qué ha sorprendido más, si las virguerías talladas sobre todo tipo de materiales o que esas mismas manos y brazos sean maestros en este arte marcial japonés… “Todo es cuestión de maña”, concluye. Menos mal, porque si llega a ser de fuerza…

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